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Sal de la Tierra Luz del Mundo

            Hay aspectos en la vida que llegan, dejan un rastro, un aporte en el camino y desaparecen. También hay otros que son trascendentes, y no solo dejan vestigios sino que moldean nuestro pensamiento y proceder ante la vida.

Así lo ha sido mi proceso de fe en el Cristianismo, que no ha tenido un antes y un después como quizás a muchas personas les ha sucedido. En mi caso ha sido un proceso desde mi nacimiento pasando por el bautismo, la educación y el ejemplo familiar, lo cual me dio el interés suficiente para decidir voluntariamente hacerme parte de esta aventura, mi mayor aventura. Con subidas y bajadas me ha llevado a experiencias únicas, y por ello considero y estoy seguro que la fe es el aspecto más importante en mi existencia. Como esta alberga la mayor atención de mis días, no podría pensar en otro tema para realizar, concretar y plasmar mi trabajo de grado que mi testimonio y experiencia de Fe.

 

Fue por la oportunidad de adquirir conocimiento acerca de cómo vivir la espiritualidad con Dios, personal, catequética y socialmente, lo que ha influido marcadamente en mi perfil artístico, principalmente en el arte religioso. Es en esta última área, donde más he sentido el llamado de trabajar y poner al servicio lo que soy,  mi esencia, mis conocimientos teológicos empíricos y experienciales, y mi trasfondo religioso.

 

San Mateo en el evangelio, narra el momento en el que Jesús se sienta en el monte, donde comienza a predicar a la multitud (Cf. Mt 5-7). De su boca se desbordan las palabras más grandes de amor y sabiduría, para vivir de la mejor manera en relación con Dios y con el prójimo. Por tanto podríamos decir que es el manual de instrucciones para sus discípulos. Allí  Jesús presenta un tema especial, en el que nos propone ser más que parte de la sociedad, ser Sal de la tierra para darle sabor a la vida, y ser Luz del mundo (Cf. Mt 5,13-16), con el propósito de guiar a otros por el camino del verdadero amor, para alejar la oscuridad y llegar a la certeza de la felicidad. Es esto lo que en mi caminar, alentado por mi fe, he querido hacer.

Por consiguiente, me atrevo a contar que mi vida ordinaria gracias a Dios es extraordinaria, por lo que hasta mis capacidades creativas las quiero entregar a su servicio. Por voluntad, no por tradición, por amor, y por convicción, por la fe, la esperanza y la caridad. Al relatar mi historia de fe pictóricamente, donde las características de una obra serán mi lenguaje narrativo, quizás alguien sienta que estoy contando su propia historia, en la que el mismo actor principal, siempre es Dios. Me he comprometido como servidor desde mi laicado, mucho más que solo un asistente pasivo que va a la Iglesia y al Templo parroquial, al dedicarle a Dios más de una hora a la semana: cuando canto la Eucaristía; al catequizar y preparar encuentros especialmente para la juventud; al visitar enfermos y compartir algunos alimentos, entre otras obras de misericordia. Esto se convirtió en mi cotidianidad, pero lejos de la monotonía, porque cada acción es una aventura llena de aprendizaje, compasión, alegrías y lágrimas, pero sobre todo esperanza, porque donde abundó el pecado, al que podríamos llamar pobreza, desesperanza, tristeza angustiosa, oscuridad, etc., allí sobreabundó la Gracia. (Cf. Rm 5,20b).

 

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Arte

 

En los años que he habitado el mundo del arte, he encontrado infinidad de posibilidades tanto técnicas como conceptuales, tocando toda clase de temas reales, irreales, físicos, abstractos, espirituales y carnales. Básicamente el arte ha relatado con otros sentidos la historia con sus dicotomías y lo seguirá haciendo. El artista ha sido el periodista de la vida, quien procesa la eventualidad, la cuestiona y la pone al ruedo.

En mi vida he sentido el arte no como una profesión sino como un estilo de vida, ya que sus ojos no ven igual, sus oídos escuchan nuevas frecuencias, las texturas en su tacto es un lenguaje plástico y su entorno se convierte en materia prima para la creación. Para unos es un simple suceso, un tenue recuerdo, una aparente básica forma; nuestra visión ve en lo ordinario lo extraordinario y le cuenta al mundo que es así. En algunas otras profesiones su experiencia de oficio está determinada por su horario laboral de ocho de la mañana a cinco de la tarde, con sus horas extras y trabajos para la casa, donde llega el momento de un fin de semana en familia y se convierte en escapatoria para darle un respiro a su cotidianidad. Por el contrario, El artista respira arte las veinticuatro horas del día, todos los días. En su cotidianidad, sus escapatorias, sus gustos y disgustos, fiestas e intimidades, camuflan el ser creativo, y como cazador asecha cualquier oportunidad para emerger de allí una idea, que quizás después de un proceso, se convertirá en una obra de arte.

 

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Pasos

 

Comencé mi proceso de descubrimiento, tanto temático como plástico, con la maestra María Moran, egresada y docente del área de pintura de la Universidad Nacional de Colombia y directora de Cooperares. Al Examinar mi recorrido artístico encontré gustos y capacidades que aparecían en los ejercicios realizados, donde se aprecia una facilidad por la figuración de elementos reales y el detalle, pero también una necesidad de romper con la representación y la narrativa convencional. Comencé tomando como referencia la obra de Gerhard Richter “Annunciation after Titian”  del año 1973, interesándome por hacer una intervención a una obra pictórica ya realizada, “The Sermon on the mount”, obra pintada por el artista Carl Bloch en el año 1876, donde interpreta uno de los eventos más importantes de la vida pública de Jesús. El escenario, donde se presenta la primera catequesis para la muchedumbre, momento que ya había anotado como fundamental en mi testimonio líneas más arriba.

SERMON DEL MONTE (Primera catequesis)

En el transcurso del tiempo, el proceso evolutivo se hace presente en cada aspecto que tenga vida y aquello que ha sido creado por la vida, por lo que  mi conocimiento y capacidades a partir de la práctica, van tomando forma en ese mismo proceso evolutivo. El camino se va haciendo más claro y los intereses que animan mi espíritu van colocándose en la vanguardia de los pensamientos.

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 Esta evolución también ha hecho parte de la Iglesia a través de los años ya que esta tiene vida, y así como se edifican físicamente las cosas, la Iglesia crece físicamente con los peregrinos de la palabra de verdad. Bautizados por el Espíritu Santo, miembros del pueblo de Dios que han encontrado en Él lo real de la existencia donde se revela El Padre, su hijo Jesucristo camino y ejemplo, y el Espíritu Santo Sabio y paráclito nuestro. Basándome en esto resolví tomar la obra de Carl Bloch y a los personajes que plasma, para poder ir aumentándolos al igual que el formato a medida que cada lienzo es pintado, comenzando por la soledad de Jesús, y de su relación con unos pocos. En el comienzo de la vida pública de Jesús, lo acompañaron unos cuantos, pero poco a poco fue aumentando el número de quienes lo escuchaban, como nos lo muestra el sermón de la montaña, los que después fueron creciendo en gran cantidad, así como viene creciendo la Iglesia con el discurso y las palabras allí pronunciadas.

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Más adelante junto con la Maestra Martha Guevara, docente de dibujo a gran formato y pintura de la Universidad Nacional, tuve un recorrido histórico por los diferentes artistas que han puesto a disposición su obra al servicio de Dios, empezando por las primeras expresiones artísticas del pueblo Cristiano naciente en las catacumbas, donde los creyentes se escondían por causa de las persecuciones. Allí representaron a Jesús desde la parábola del Buen Pastor. Más adelante me enriquecí con todo el movimiento ruso de la Iconografía cristiana ortodoxa, donde la divinización de los personajes se presenta por medio de los colores elegidos, y los tamaños de estos dan cuenta de su real importancia. Estas obras nacen especialmente por una profunda oración, al ser una conexión auténtica entre la espiritualidad y el pincel. Hasta las obras muy apartadas del aparente canon estético, que reflejan claramente el dolor extremo y la humanidad desgarrada de Cristo en la cruz, como las de Matthias Grünewald, marcaron mi interés.

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 Pero hubo una obra en especial, la que surgió de las manos de Fra Angélico, “La Anunciación”, (realizada en oro y temple sobre tabla, y fue pintada hacia 1426), la que marcó definitivamente mi motivación. Esta obra consta de una escena principal, con el tema de la visita del Arcángel San Gabriel a la Virgen María, y de una predela con cinco pequeñas escenas más. Este retablo demuestra una transición entre la pintura medieval y el renacimiento, donde el detalle y la dedicación se ven en las alas del arcángel, en las que están pintados el jardín, Adán y Eva. El pintor expresa un cuidado especial en general, al mostrar la tranquilidad espiritual de las figuras, además de su gran sentido temático al generar un paralelo entre Eva y María (Ave).[1] Con esto plasma una profunda teología Mariana que el Concilio Vaticano II reafirmaría en su Constitución Dogmática Lumen Gentium (Lg, Luz de las Gentes # 56), “Por eso, no pocos padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman: "El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe" ; y comparándola con Eva, llaman a María Madre de los vivientes, y afirman con mayor frecuencia: "La muerte vino por Eva; por María, la vida".

 

La pintura de Fra Angélico sorprende tanto por su calidad técnica como por la profunda devoción religiosa que inspira. Como escribió Giorgio Vasari en su libro “Vida de los mejores pintores, escultores y arquitectos”, se refiere a este artista diciendo: “habiendo sido excelente pintor y miniaturista y óptimo religioso, merece por ambas razones que de él se haga honradísima memoria…" "…nunca levantó el pincel sin decir una oración ni pintó el crucifijo sin que las lágrimas resbalaran por sus mejillas...”. (Le vite de' più eccellenti architetti, pittori et scultori italiani] Vasari, Giorgio 1568)

Gracias al testimonio de Fra Angélico, encuentro una unión íntima entre el oficio de realizar la obra para Dios y la Oración, convirtiéndose la obra en ese momento en oración por sí misma. Esto da a mi obra una connotación totalmente diferente, así como la acción de pintar, reconociendo una vez más que todo proviene de Dios, hasta el don de pintar. No podría hacer una obra para Él, sin Él.

 

Luego encontré un escrito de Santa Teresa de Ávila del año 1562, que me ayudó a determinar el objetivo al que debía llegar para relacionar mi trabajo con la Oración. Así pues que en su libro “La Vida”, Santa teresa realiza un tratado acerca de ciertos grados de la Oración, comenzando con el primer grado, el que  corresponde a la oración mental, interior o meditativa, lo que es un discurso intelectual sin repetición de oraciones aprendidas. Se trata de recoger el pensamiento en el silencio, y evitar las continuas distracciones. El segundo grado, la Oración de quietud: también llamada contemplativa. La memoria, la imaginación y razón experimentan un recogimiento grande, aunque persisten las distracciones, ahondan la concentración y la serenidad. El tercer grado,  es la Oración de unión: el esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: memoria, imaginación y razón son absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego. Y finalmente el cuarto grado, el Éxtasis o arrobamiento: se pierde el contacto con el mundo por los sentimientos. Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza, se pierde incluso la sensación de estar en el cuerpo y cualquier posible control sobre lo que nos acontece.

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Por tanto, la obra religiosa o Sacra (Sagrada), es igual a la Oración, donde si el artista está en el primer grado, todo el esfuerzo vendrá de él, el cansancio será grande, y el resultado poco. Cuando esté en el cuarto grado, en el que simplemente sus manos son un instrumento donde Dios las mueve y toma control de la obra, seguramente el resultado será sin igual.

 

Aunque surge inevitablemente la pregunta: ¿Cómo pintar lo Espiritual?, es cierto y difícil dar una respuesta a este interrogante. Más aun, si mi intención inicial fue aportar desde la representación y narrativa figurativa, área en la que los siglos de arte religioso han encontrado refugio, mi propuesta muestra otro perfil. Las imágenes que presentan sucesos de la biblia, entornos eclesiales, tratados teológicos y litúrgicos, hasta experiencias de la comunidad Cristiana, tienen como objetivo catequizar, instruir e ilustrar. Estas propuestas figurativas no pueden ser inentendibles para la comunidad, ya que muchos de ellos son y fueron analfabetos, y el recurso de la imagen surge como un método pedagógico y didáctico que suple la necesidad de ver lo que se predicaba, y fue un estilo muy válido.

 

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Así pues que junto con la Maestra Gloria Merino, directora y coordinadora de los trabajos de Grado de la escuela de Artes de la Universidad Nacional, aclaré mi intención de romper con la imagen figurativa, y adentrarme en la expresión abstracta, sustentando una mayor capacidad de exploración cuando se habla de espiritualidad, llevando la comunicación de la relación con Dios a un punto más meditativo y sensorial, pero también gestual, atmosférico, espontáneo y sincero.

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El interés por el arte abstracto no fue un capricho de un momento para otro, sino un descubrimiento paulatino. Es como si en una velada me presentaran a Vasily Kandinsky, pionero del movimiento abstracto, Piet Mondrian, en el cual su diálogo conceptual me costó entender en su momento; Gerhard Richter, Jackson Pollock, Basquiat y otros que me cautivaron. Robert Rauschenberg, al ver como se desbordaba la obra del bastidor y se posicionaba en el espacio, creando lo bidimensional en instalación, lo que nombró “Combines” pintura y escultura a la vez. Mark Rothko  que con su obra envuelven al observador, con la finalidad de hacerle partícipe de una experiencia mística, ya que Rothko daba un sentido religioso a su pintura. Todos ellos conocidos en las aulas de la escuela de Artes de la Universidad.

Temáticamente la cuestión estaba difusa, ya que había tocado diferentes áreas pero ninguna establecida, por lo que me enfoqué en dos investigaciones en un mismo objetivo. El primero, la búsqueda de un concepto pictórico, una sustentación a los intereses plásticos, y una propuesta estética abarcando la forma, el color, el gesto y la composición. Y el segundo, definir con exactitud el tema específico al cual quiero concentrar mi obra, pictóricamente ya definida por medio de la abstracción y el expresionismo, donde la sinceridad y el éxtasis se transportan al lienzo.

 

Así pues que por encima de estos objetivos hay uno en especial, que nos  lo ilustra el catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2513 cuando enseña: “Las bellas artes, sobre todo el arte sacro, están relacionadas, por su naturaleza, con la infinita belleza divina, que se intenta expresar, de algún modo, en las obras humanas. Y tanto más se consagran a Dios y contribuyen a su alabanza y a su gloria, cuanto más lejos están de todo propósito que no sea colaborar lo más posible con sus obras a dirigir las almas de los hombres piadosamente hacia Dios”.

Por eso el objetivo ahora ya claro de mi obra, es dirigir las almas de los hombres piadosamente al cielo prometido, y para esto hay muchos caminos posibles; uno principal y seguro, el Testimonio de vida. Ser ejemplo vivo de la voluntad de Dios, tal como lo hizo Jesús cuando dijo: “No vengo a abolir la ley, sino a darle cumplimiento” (Cf. Mt 5,17), cuando dijo: “Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.” (Jn 15,12), y al vivir el servicio.

 

 

Después de realizar una introspección y darme cuenta que todo se basaba en el Testimonio de vida, busqué la colaboración del Capellán, el Presbítero Luis Carlos Ruiz, de la Capilla  Cristo Maestro de la Universidad Nacional, donde él me planteó la experiencia de vida de diferentes personajes como lo fue Santo Domingo Savio, un alumno de san Juan Bosco, del oratorio de san Francisco de Sales. Este joven se propuso ser santo y murió tres semanas antes de cumplir los 15 años de edad, siendo el santo no mártir más joven de la Iglesia católica. Santa Laura Montoya la primera santa Colombiana, quien fue una educadora y misionera católica en medio de la guerra bipartidista colombiana, fundadora de la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, “Las Lauritas”.  Ella les dio la dignidad de hombres a los indígenas de Colombia. También luchó por los derechos de la mujer como miembro activo de la Iglesia y la sociedad. Al igual el increíble testimonio de un Santo a la manera de Cristo, San Maximiliano María Kolbe, un sacerdote Católico polaco. Él dio su vida en el holocausto Nazi junto con otros nueve hombres, a cambio de un hombre con esposa e hijos condenado a morir de hambre. El Santo murió después de tres semanas. El hombre que salvó llegó a los noventa y cuatro años, contando el increíble suceso que le permitió seguir viviendo.

Todos estos testimonios y muchos más, cada uno más hermoso e increíble que el otro, e igualmente llenos de la gracia y la fortaleza que solo proviene de Dios, generaron para mí gran inspiración. Todos ellos son conocidos y grandes, pero también hay otros, me contaba el Sacerdote, silenciosos en medio de la sociedad, donde con su simple ejemplo de vida mueven el alma de los que están a su alrededor sin necesidad de grandes proezas, sino simplemente siendo hombres de bien con corazón puro y mirada serena. Fue en ese momento donde me interpeló preguntándome: “¿Por qué no hablas de tu testimonio de vida? Eres joven y has trazado un camino al cielo. Seguramente puedes decir algo por medio del sendero que has transitado”.

 

Al entender por fin el tema central que provino de esta exhortación, hice una introspección de lo que ha sido mi vida, comenzando por mi nacimiento. Este momento lo defino como un haz de luz, un soplo de vida que se refleja en la tierra como prisma, colocando su dirección de nuevo al cielo.


La formación familiar fue una base fundamental, para saber en primera medida acerca de un hombre de pelo largo y barba abundante que dice amar a todos, Cristo Jesús. Al igual que el sacramento del bautismo, del cual hasta ahora hago conciencia, como bienvenida triunfante a la familia de Dios, que me brindó un sello indeleble y una renovación eterna para ser un hombre nuevo. La primera comunión, instante en el que por fin pude sentarme a la mesa del banquete del cuerpo y la sangre de Cristo, que decidió quedarse con nosotros, habitar dentro en nuestra alma y ser alimento que quita el hambre y la sed. La confirmación, decisión responsable de aceptar ser un soldado con armadura, teniendo el escudo de la Fe, la coraza de justicia, el casco de la salvación, y la espada de la palabra y la oración. A la vez, mi proceso de conversión por medio de mi parroquia y finalmente mi ejercicio de cristiano en la misión catequética y de las obras misericordiosas, que marcaron un sello indeleble en mi vocación. Fueron estas últimas, la conversión y la Misión, las que definí como objetivo en este Trabajo de Grado.

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Conversión

 

Jesús llama a la conversión. Este llamado es una parte esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva." (Mc 1,15). En la predicación de la Iglesia, este llamado se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la iniciación cristiana primera y fundamental, por medio de la vivencia de nuestros padres y padrinos, donde ellos nos regalan la fe que han ido viviendo desde un proceso de conversión. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.

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Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos, en griego “Metanoya”. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que recibe en su propio seno la renovación. Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito", atraído y movido por la gracia  a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero.

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Aunque mi conversión como persona enamorada de Cristo no ha sido una ruptura definitiva con mis falencias, sino un proceso de cambio, si puedo definir qué ha sucedido. Desde mis catorce años he estado montado en la barca de la conversión, gracias al entrar al Ministerio de Música Kyrios, de la Parroquia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa de Ciudad Salitre (Bogotá). Ingresé a raíz de querer continuar en un grupo de música, ya que me hacía falta interpretar instrumentos musicales con personas en una agrupación, porque previamente había terminado con un grupo de rock del colegio. Desde el momento que entré al Ministerio, comenzó un proceso de conocimiento de lo que es ser Cristiano, muy diferente a las percepciones que se viven en el cotidiano pensamiento del común. Los integrantes, personas normales de carne y hueso, con problemas, errores, grandes y pequeños, sobretodo inconformes con el amor al mundo, y en la búsqueda de virtudes y un tesoro más grande, conformaban este grupo. Las labores de la comunidad parroquial, me llevaron a cuestionarme el porqué ellos hacían tantas cosas  sin recibir nada a cambio y sin ninguna retribución económica. Personas que dedican horas enteras dispuestas al servicio como visitar enfermos, buscar alimentos para los desplazados por la violencia, enseñar catequesis a la población, llevar la comunión a las personas limitadas corporalmente, entre múltiples labores pastorales, distribuidas en Pastorales de Salud, familiar, esperanza, adoradores, catequistas y músicos. Lo increíble, y lo reitero, no reciben un peso. ¿Por qué? era mi pregunta.

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Comencé una búsqueda por la respuesta a tal locura. Y en silencio mis horarios fueron modificándose y aparecieron palabras como ensayos, reuniones, catequesis, encuentros, retiros y formación. Las personas me agradaban, me sentía acogido, además de ser el “chiquillo”, uno de los menores de toda la parroquia. Sentí un primer enamoramiento de Dios gracias a la comunidad, por medio de aquellos que me daban ejemplo e iluminaban con una sonrisa y con la mirada; donde por fuera de mi ser era un personaje más del planeta, pero dentro de mí me extasiaba en amor por medio de la Fe que percibía junto con su Obra en la comunidad. Así que vengo trabajando para vivir, sentir e irradiar la paz que en ellos reside.

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Después de unos meses de comenzar a tocar con Kyrios me pregunté que tanto era lo que hablaba el Padre allá al frente en el altar, y el por qué en cada Santa Misa todos como militares se levantan, se sientan y arrodillan al tiempo, y responden con voz firme: “Amén”, para reiterar en sus oraciones su fe. . Por primera vez en mi vida puse atención a la Eucaristía, después de casi siete años de consiente aburrimiento en un templo parroquial de la Iglesia. Viví la fraternidad de la comunidad, un verdadero acercamiento a Dios, el perdón y la reconciliación. Basándose en las lecturas bíblicas, el Sacerdote comenzó su charla de motivación personal, en la que  estuve pensativo. Pero no fue motivación, fue un terremoto al corazón. En el Evangelio según San Juan leemos: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”. (Jn 3,16). Se dio el Kerigma, el primer anuncio en mi Corazón.

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Pasó el tiempo y la intriga por conocer más de las tres personas que componen un solo Dios trinitario, creció exponencialmente, al igual que mi Fe en cada palabra que iba escuchando al respecto. Pero era fuera de mí y mi círculo cercano, en mis actividades diarias donde el cambio se sintió. Algo había cambiado en mi mirada y sobre la razón de mi presencia en el mundo. Se había caído un velo, que ha abierto un agujero en la pared de la realidad aparente, para ver lo real, la esencia, el camino, la verdad y la vida, desde la mirada de Dios.

Al ver ahora sin ese velo podía contrastar con lo que aún quedaba de ese obstáculo básico, insipiente, sombrío y efímero de mi existencia. No podía competir contra el eterno resplandor de la Fe. Por eso, en la obra realizada propongo un contraste claro entre lo pesado y monótono tonalmente, definiendo su forma en un rasgamiento y alteración por un haz de luz que se cuela por sus hendiduras, Frente a una atmósfera lumínica, donde el horizonte es profundo. Así una tenue línea azul declara la casi nula división entre lo de arriba y abajo, reflejando que esta luz es para todo y todos.

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Esta obra nació pictóricamente gracias a la referencia del Maestro Hans Hofmann quien influyó en el desarrollo del Expresionismo abstracto. Introdujo la tercera dimensión en sus cuadros y los transformó en campos de fuerzas dinámicas. Hofmann pensó que el acto de pintar comportaba significaciones psicológicas. Se distingue de la pintura pesimista de los expresionistas abstractos de su época por la expresión de su alegría de vivir. Tonalidades y contrastes vibrantes que conmocionan la vista y el alma, en especial la dinámica que  transporta por toda la superficie por medio de su técnica, en la que  los colores asociados son vistos como se rechazan o se atraen. El plan de color funciona entonces como una puerta batiente en el plano del cuadro, al empujar o tirar. En él encontré una guía abstracta para poder llevar a cabo mi intervención pictórica en el lienzo.

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Misión

 

La misión de la Iglesia y nuestra propia misión se fundamentan en la comunión y participación de la Verdad, el Amor y la Vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La iglesia divide su misión en dos objetivos, la vista puesta en Dios y en el hombre. Una busca la entera relación con Dios y el fin último que es el encuentro con Él, al igual que la evangelización, por medio de la Doctrina Social de la Iglesia.

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Recibimos nuestra misión en la Iglesia, la cumplimos en comunión y participación, y desde ella vamos como enviados a evangelizar a todas las gentes en el mundo entero. La misión es la que renueva nuestra identidad cristiana, nos devuelve nuestro entusiasmo, y nos ayuda a superar las dificultades en nuestra comunidad.  Nuestra principal perspectiva de vida y servicio es realizar la propia misión, en y desde comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras.

La Doctrina Social de la Iglesia, cuando habla acerca de la labor del Cristiano en la sociedad introduce lo siguiente: La connotación esencial de los fieles laicos que trabajan en la viña del Señor, es la índole secular de su seguimiento de Cristo, que se realiza precisamente en el mundo. A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios, gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Mediante el Bautismo, los laicos son injertados en Cristo y hechos partícipes de su vida y de su misión, según su peculiar identidad. Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, que los laicos son los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, al modo de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo las acciones de todo el pueblo cristiano en la misión que a ellos corresponde.

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La identidad del fiel laico nace y se alimenta de los sacramentos; es discípulo de Cristo a partir de los sacramentos y en virtud de ellos, es decir, en virtud de todo lo que Dios ha obrado en él imprimiéndole la imagen misma de su Hijo Jesucristo. Es tarea propia anunciar el Evangelio con el testimonio de una vida ejemplar, enraizada en Cristo y vivida en las realidades temporales.

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Estamos llamados a cultivar una auténtica espiritualidad laical, que nos regenera como hombres y mujeres nuevas, inmersas en el misterio de Dios e incorporadas en la sociedad, santas y santificadoras. Debemos fortalecer nuestra vida espiritual y moral, madurando las capacidades requeridas para el cumplimiento de los deberes sociales; actuar según las exigencias dictadas por la prudencia que capacita, para tomar decisiones coherentes, con realismo y sentido de responsabilidad respecto a las consecuencias de las propias acciones.

La presencia del fiel laico en los campos sociales se caracteriza por el servicio, signo y expresión de la caridad, que se manifiesta en la vida familiar, cultural, laboral, económica y política, según perfiles específicos. Ellos adentrados en el tercer milenio de la era cristiana, orientan con su testimonio a todos los hombres con los que colaborarán para resolver las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo. Entre los ámbitos del compromiso social de los fieles laicos emerge, ante todo, el servicio a la persona humana, el humanismo cristiano. La primera forma de llevar a cabo esta tarea consiste en el compromiso y en el esfuerzo por la propia renovación interior; de la conversión del corazón brota la solicitud para actuar por el hombre al que se ama como un hermano. La promoción de la dignidad humana implica, ante todo, la afirmación del inviolable derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural.

 

Este principio está iluminado por el primado de la caridad que es signo distintivo de los discípulos de Cristo Jesús, y nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana es el amor. Por tanto, la transformación del mundo, depende del mandamiento nuevo del Amor. El comportamiento de la persona es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está ordenado al amor.

 

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Entonces, poco a poco fui comprendiendo para donde iba este camino. Ser Sal de la Tierra y Luz del Mundo. Cuando comencé a acompañar el grupo de catequesis de Confirmación como catequista, comprendí en gran parte la realidad de los jóvenes en medio de sus discursos, sus pensamientos, las realidades internas de sus familias, y el desierto por el que pasan tantas veces en medio de un mundo que es un campo de batalla entre la verdad y lo relativo. Así mismo medité la necesidad que sienten de escuchar una palabra de aliento para levantarse y seguir, una búsqueda de un manual de instrucciones para poder transitar sin desviarse y perderse. También en las parroquias y lugares donde la música litúrgica se convertía en puente entre la voz de Dios y los oídos de la gente, descubrí que la sonrisa de alegría o las lágrimas de quebrantamiento eran un reflejo físico de lo que extrasensorialmente en su alma sucedía.

 

Casos de familias que en medio de su realidad, desplazados por la cruel violencia que en este país brota en los campos donde deberían brotar solo alimentos y multicolor flora, llegan al Centro de Atención al Migrante en Bogotá, donde encuentran asesorías profesionales, prendas de ropa, un colchón y un plato de comida. Estos insumos son ofrecidos por toda la comunidad parroquial en jornadas de recolección, como la brigada del vestido promovida por los jóvenes que viven el proceso de confirmación. A su vez se recaudan los terceros domingos de cada mes, donde se recolectan alimentos después de la eucaristía. Esas familias reviven en medio de la esperanza de salir adelante, en la fe de que su hermano en Cristo los apoya, y reconfortados por la Caridad del corazón de algún hombre que en su misericordia voluntariamente los ha ayudado.

Pero por encima de todo, la más grande misión, la más grande obra, está en poder enamorar otros corazones del amor más grande. Es tener la dicha de ver a un amigo que ha decidido ofrecer su tiempo, así como un día lo hice yo al Señor, entregarle la vida y simplemente dejarla en las manos de Dios, porque tanto él como yo  nos hemos dado cuenta que Dios si sabrá hacer algo con nuestras vidas, y seguramente muy pronto daremos Sabor a la tierra e iluminaremos de amor el mundo.

 

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Conclusiones

 

Seguramente todos mis errores, caídas, equivocaciones, las mentiras, las malas palabras, acciones lamentables, pensamientos equivocados, y la omisión de obrar bien, han pisoteado la sal y opacado la luz; momentos en los que la conversión es lo último que se ve notoriamente en mí. La misión es difusa y tergiversada para alcanzar otros fines. Se podrían encontrar miles de excusas para justificarme y encontrar la forma de salir bien librado de mis irresponsabilidades, pero es ahí donde Dios entra y vuelve a decir: “Donde abundó el pecado ahí sobreabundó la gracia”.

 

Ahora más que nunca justo cuando he terminado mi formación integral como Artista y persona, Tengo una responsabilidad en el mundo, por medio del arte, que  es una bella forma de llevar un mensaje desde los ojos hasta el alma de las personas que lo ven. La coherencia entre lo que pinto y lo que hago en vida tienen que ser una sola: “Ser Sal de la tierra y luz del mundo”. Esta se basa en la Fe, conocimiento y enamoramiento espiritual hacia Dios y obras, entregándome al hermano; y ser Artista de Dios, llevando almas hacia al Padre por medio de mi obra. Seguramente el mundo me intentará llevar por otros caminos, como la necesidad, el darle gusto a alguien, o hasta a mi propio interés. Se encontraran piedras por doquier. Pero sé que con la gracia de Dios permaneceré firme en la fe, y arraigado en el Señor.

 

La universidad Nacional de Colombia durante años me ha entregado la más grande época de mi vida, donde todo lo que soy se ha movido y a la vez cimentado. Donde los compañeros han sido cómplices de procesos acertados y desastrosos. Donde los maestros, algunos que silenciosamente pasaron, y otros que marcaron un nivel en mi proceso de aprendizaje y potenciaron esas capacidades inocentes con las que llegué a la escuela de artes, aportaron a mi creatividad y perfil artístico. Por encima de las teorías, las biografías, fechas, y obras famosas transversales  y en la historia, queda en mí la capacidad de sentir, pensar, generar criterio y posición, duda y definición. Al igual que una incesante curiosidad, y una amplia vista a lo lejos de las posibilidades, donde el horizonte no acaba y el futuro aun está por pintar.

Primero soy cristiano y después artista. Soy embajador de Cristo, un artista de Dios, en medio del mundo. Quisiera para concluir hacer propias las palabras del Músico Católico peruano Luis Enrique Ascoy, plenamente inspiradas por Dios como estandarte de misión: “Ahora más que nunca y contra la opinión de tantos, entre voces de ultratumba y sus acordes camuflados. Poemas y lisuras, siempre oscuro nunca claro, los expertos de la duda y los que dudan por encargo. Ahora más que nunca y aunque te parezca extraño, entre genios que aseguran que ahora ya nada es pecado. Los óleos contra natura y el abuso de lo abstracto, y en el ecran se estimula a que todos seamos villanos. Ahora más que nunca, y para decepción de varios, entre niños que pululan y fetos asesinados. Entre algunos que disfrutan de las leyes del mercado, mientras mi pueblo deambula sin comida y sin trabajo. Ahora más que nunca y con los dientes apretados, entre horóscopos y brujas y un racismo solapado. Entre Anás, Caifás y Judas, entre Herodes y Pilatos, y esa deuda que estrangula a todos mis pueblos hermanos. Ahora más que nunca, quiero que quede claro, respetando posturas, permítanme decirlo:… “CREO EN DIOS”.

 

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Que Dios en su infinita misericordia mire con mirada bondadosa este trabajo, esta vida artística que comienza, y pose sobre mis manos su gracia eterna, purificándolas y haciéndolas instrumento suyo para la construcción de su reino. Limpie mi mente y mi corazón de intereses difusos y concentre mi atención en el real objetivo y misión de mi vida y así dignificar el Don de la Vida que me fue dado. He aquí un artista tuyo, un artista para Dios, hágase en mis obras tu voluntad. Bendito y alabado seas por siempre Señor por los siglos de los siglos

 

AMÉN.

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